How I see the world

lunes, 10 de agosto de 2015

Plantita.

Érase una semilla plantada en un lugar húmedo, colorido y lleno de energía. Los primeros siete años de su vida los pasó aprendiendo por ella misma cosas que ninguna otra plantita había podido llegar a aprender. Podía entender el lenguaje de las abejas, incluso era capaz de comprender el sonido de una catarata muy cercana, la cual con frecuencia cuidaba de ella. Podría decirse que era una plantita feliz, inteligente y llena de amor. Le encantaba pasar el tiempo tarareando e imaginando que algún día sería una flor enorme,y sin miedo a la belleza, ya que se consideraba la más hermosa de todo el prado. De vez en cuando, un pajarito solía visitarla y le traía incluso más minerales de los que necesitaba. También jugaban, y Plantita contaba los días para que éste volviera. Con el tiempo, Plantita sentía cómo la catarata ya no le daba el H20 que necesitaba, ella pensaba que ya no la quería, que centrarse en seguir su curso y arrastrar piedras, troncos y hierbajos era su prioridad. Fue entonces cuando Plantita prefirió pasar más tiempo con Pajarito, ya no quería a Catarata, o eso pensaba. Ella ya no era una simple plantita, se había convertido en una preciosa planta de exuberantes pétalos, llena de alegría y ganas de contarle a los insectos que la visitaban las aventuras que pasaba con Pajarito. Cierto día, ella dormía y un dolor la despertó. Alguien le había mordido. Era Pajarito. Plantita lloraba como cuando Catarata la abandonó, y no entendía el por qué de todo aquello. Al cabo de los segundos, volvió a picotearla. A la tercera, le arrancó uno de sus bracitos. Sin entender por qué, le
dijo que ella lo quería, y su respuesta fue una punzada en todo su tallito, lo que la debilitó por completo. Y éste echó a volar. Los días pasaban y a pesar de ello, Plantita lo extrañaba. De vez en cuando, él volvía pero sólo para picotearla, picarla, herirla. Ella ya no tenía fuerzas, incluso le faltaban los minerales que Abuela Tierra solía proporcionarle. Se sentía sola, desvalida, incluso más pequeña. Poco a poco fue debilitándose, ella y todo su alrededor solo estaban pintados de un color oscuro, feo y no usual: marrón. Pajarito fue quedándose poco a poco con todo de ella; con su dulzura, su belleza, su verdez, su vida. Fue ahí cuando Madre Catarata volvió, y sin pensarlo, le ofreció hasta su última gota por verla feliz. En poco tiempo, Plantita era alta y fuerte. En poco tiempo, Plantita dejó de llorar por Pajarito. Fue así como cierto día, éste, ansiando aún más de ella, fue a visitarla. Plantita quiso idear un plan con Catarata, pero ésta se mantenía al margen, lo único que quería era el bien para su hija, pero sin venganza ni dolor de por medio. Pajarito estivo buscándola durante días, pero no la encontró. Cierto día, Plantita hizo un sonido que sólo él conocía. Cierto día, Pajarito se posó en Plantita sin saber que era ella. Y fue así, cierto día, como nunca se volvió a saber nada más de Pajarito. Plantita ya no era la misma, había crecido y se había transformado en una planta alta, fuerte... y carnívora. Fue así como Plantita acabó comiéndose al monstruo maligno, al tumor de su vida, a su padre.


martes, 4 de agosto de 2015

Like a miracle.

Me encontraba sobre un navío viejo, vacío y destrozado en mitad del océano. Allí yacía sola, desolada, sin nada con lo que alimentarme ni que me manteniera viva, con fuerzas. Me encontraba perdida, llena de dolor, amargura y tristeza, en un mundo en el que solo existías tú. Tú y tu sonrisa, tú y tus ojos. A medida que pasaban los días la tormenta se hacía mayor, más gris, la cual hacía que fuera más fácil caer al mar infinito. El de tus promesas y mentiras. El de tus 'te echo de menos' disfrazados de lujuria. Seguir con vida era lo único que necesitaba para seguir pensándote. De vez en cuando, una ola me cubría por completo para luego arrastrarme hacia ella, personificada en garras, las cuales no me dejaban escapar, incluso me incitaban a quedarme. Se parecían mucho a tus brazos a medianoche, pero no estoy segura...apenas tenía fuerzas, y ya no me daban calor, me hacían daño. De vez en cuando, me faltaba la respiración, como solía pasar en tu coche, pero ya no era fruto de placer, sino de grito ahogado, de llanto contenido. Poco a poco me desgastabas, me conducías al mundo de la locura en el peor de los sentidos, y abandonar ya era una súplica.

  Fue ahí cuando apareció él -y no me refiero a ti, monstruo olvidadizo-, como un rayo de luz que llevaba escondido unos tres años, que hizo resplandecer todo lo que tenía alrededor, que ya no era la nada, sino un oasis. Mi oasis .Mi ansiado y necesitado oasis. Las nubes ya no eran oscuras. estaban desteñidas. Y el cielo lo pintaba el arco iris más bonito que había visto jamás. Ya no estaba escondida. Ni sola. Él estaba conmigo. Aparición sublime fue la suya. Y no sólo me acompañó durante ese día, cinco meses después seguía haciéndolo. Seguía curando, sanando todo aquello que una vez creí que era perfecto. Al principio, seguía cayendo, pero él, con tan sólo mirarme, me daba vida. Toda la vida que creía haber perdido. Y eso, me sentaba extremadamente bien. De una sola pluma conseguiste crear unas alas. Pero unas alas enormes. Te encargaste de tejerlas día y noche, de limpiarlas, de cuidarlas, de mimarlas; y me las regalaste. Tú mismo me las colocaste, tapando orificios oxidados a causa de tanta lluvia. Quitaste las moscas que se posaban en mis heridas. Y me diste color. A mí, y a todo mi ser. Reconstruiste partes de mí que ni recordaba, que daba por muertas.

Con todo esto sólo quiero darle las gracias a estos dos chicos que tanto me han enseñado. Al primero, por quitarme cantidad de vendas y mostrarme la realidad de las cosas; y al segundo...al segundo por llevarme cada día al País de Nunca Jamás.