How I see the world

martes, 4 de agosto de 2015

Like a miracle.

Me encontraba sobre un navío viejo, vacío y destrozado en mitad del océano. Allí yacía sola, desolada, sin nada con lo que alimentarme ni que me manteniera viva, con fuerzas. Me encontraba perdida, llena de dolor, amargura y tristeza, en un mundo en el que solo existías tú. Tú y tu sonrisa, tú y tus ojos. A medida que pasaban los días la tormenta se hacía mayor, más gris, la cual hacía que fuera más fácil caer al mar infinito. El de tus promesas y mentiras. El de tus 'te echo de menos' disfrazados de lujuria. Seguir con vida era lo único que necesitaba para seguir pensándote. De vez en cuando, una ola me cubría por completo para luego arrastrarme hacia ella, personificada en garras, las cuales no me dejaban escapar, incluso me incitaban a quedarme. Se parecían mucho a tus brazos a medianoche, pero no estoy segura...apenas tenía fuerzas, y ya no me daban calor, me hacían daño. De vez en cuando, me faltaba la respiración, como solía pasar en tu coche, pero ya no era fruto de placer, sino de grito ahogado, de llanto contenido. Poco a poco me desgastabas, me conducías al mundo de la locura en el peor de los sentidos, y abandonar ya era una súplica.

  Fue ahí cuando apareció él -y no me refiero a ti, monstruo olvidadizo-, como un rayo de luz que llevaba escondido unos tres años, que hizo resplandecer todo lo que tenía alrededor, que ya no era la nada, sino un oasis. Mi oasis .Mi ansiado y necesitado oasis. Las nubes ya no eran oscuras. estaban desteñidas. Y el cielo lo pintaba el arco iris más bonito que había visto jamás. Ya no estaba escondida. Ni sola. Él estaba conmigo. Aparición sublime fue la suya. Y no sólo me acompañó durante ese día, cinco meses después seguía haciéndolo. Seguía curando, sanando todo aquello que una vez creí que era perfecto. Al principio, seguía cayendo, pero él, con tan sólo mirarme, me daba vida. Toda la vida que creía haber perdido. Y eso, me sentaba extremadamente bien. De una sola pluma conseguiste crear unas alas. Pero unas alas enormes. Te encargaste de tejerlas día y noche, de limpiarlas, de cuidarlas, de mimarlas; y me las regalaste. Tú mismo me las colocaste, tapando orificios oxidados a causa de tanta lluvia. Quitaste las moscas que se posaban en mis heridas. Y me diste color. A mí, y a todo mi ser. Reconstruiste partes de mí que ni recordaba, que daba por muertas.

Con todo esto sólo quiero darle las gracias a estos dos chicos que tanto me han enseñado. Al primero, por quitarme cantidad de vendas y mostrarme la realidad de las cosas; y al segundo...al segundo por llevarme cada día al País de Nunca Jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario