How I see the world

lunes, 2 de febrero de 2015

Ganas de verte.

No existe el tiempo si no estás. No existen las estaciones, y si miro una foto tuya, me transmites un escalofrío por todo el cuerpo que me recuerda que ahora mismo es invierno. No hay prisas, no hay broncas, ni tampoco ovejas. Ni bastones en tu cuartillo, ni siquiera mochilas o gorras. Las pisadas de barro, las chaquetas empapadas y el sonido de tu silbido hace mucho que tampoco los veo. He echado en falta las flores navideñas este año, y tus impacientes manos arrasando las uvas antes de medianoche, antes que todos. Además de que esta Navidad ha sido especial para todos, en especial lo ha sido para el peque, tu tocayo, que te echa de menos a rabiar.
Si me paro a pensar, me parece increíble que haya pasado un año. ¿Ves? Te llevaste el tiempo, lo robaste y te lo llevaste contigo. Los sueños ahora sí son más cálidos, y no sabes cómo te doy las gracias. Los abrazos de abuelita también se han vuelto más tiernos. Antes se cansaba de la cantidad de cientos de ellos que le daba todos los días; ahora me los pide.
Si tuviera que elegir la mejor época de mi vida, sin duda elegiría el periodo de dos años atrás hasta el día de tu muerte. En cierto modo también han sido los peores años, pero esos meses me regalaron tu compañía diaria, tus bromas y tus historias, y nunca podría cambiarlos por nada. Todo lo que no sabía de ti me lo contaste en esos dos años. Fueron los 730 días más bonitos de mi vida. Que me esperaras a las 11:15h todas las mañanas sentado en un banco, esperando a que viniera del instituto para invitarme a unos churros acompañado de un pedazo de Colacao y tu grandiosa sonrisa, me hacía recordar lo afortunada que era al tenerte. Y escucharos pelear a ti y a abuela por cualquier tontería me llenaba de amor por dentro, me derretía la manera que tenías de ponerla de mala leche con cualquier tontería, pero también la rapidez con la que se le quitaba el mal humor y te ponía en la mesa una copa de chocolate.
Para mí el tiempo, si es que pasa, va a una velocidad increíble, tanto que muchas veces me da por llamarte pensando que vas a responderme. Que si me falta algo de dinero vas a poder dármelo o que si necesito un abrazo vas a darme el más grande del mundo. Daría lo que fuera porque me echaras una de tus broncas, de esas que tanto me cabreaban y con las que acababa marchándome por no gritarte. Me encantaría revivir alguna y ver lo rojo que te ponías y la gracia que me hacía. Y también me encantaría comerte a besos al día siguiente, quitarte tu gorra, ponérmela y hacernos una foto después de que me hicieras cosquillas.
¿Sabes? Creo que o me lo estoy tomando demasiado bien o me estoy volviendo loca. Es que pienso que hace apenas un año que no te tengo y es que me parece increíble. De veras, es que no. Es como si te hubieras ido, vale, pero por un tiempo. Como si en cualquier momento fueras a aparecer por la puerta cantando y arrastrando tu pierna izquierda, y con los brazos llenos de higos, castañas y kakis para mí, porque sabes que me encantan.
Bueno, decirte que todos los pequeños detalles de los que me acuerdo y los tan buenos valores que me enseñaste nunca van a esfumarse, y te digo algo aún mejor: siempre van a formar parte de mí, de la niña que sigo siendo todavía y de la mujer que verás desde donde estés en unos años tal vez haciendo un reportaje para la televisión, o vestida de blanco y con un papel con tu nombre en la muñeca de mi acompañante. Porque te lo mereces, porque más bien te pertenece. Has sido el padre y abuelo más bueno y fuerte de la historia, y hoy, tenía ganas de decírtelo. Te sigue queriendo tu niña loca.
           

No hay comentarios:

Publicar un comentario